Es difícil hablar de lo que no se conoce o no se ha sentido, y estoy segura de que el miedo lo hemos experimentado más de una vez en nuestras vidas. El miedo es una emoción primordial que siempre ha acompañado a la humanidad; sirve como un mecanismo de supervivencia, alertándonos de peligros y situaciones amenazantes. Sin embargo, el miedo también puede ser una barrera que nos impide crecer, explorar y alcanzar nuestro potencial.
Reflexionar sobre el miedo implica reconocer su dualidad. Por un lado, es protector; es ese salvavidas que nos mantiene a salvo de riesgos innecesarios y nos permite evaluar las consecuencias de nuestras acciones. Por otro lado, el miedo puede ser paralizante; crea una barrera, nos encierra en nuestra zona de confort y nos impide asumir retos que podrían llevarnos a experiencias enriquecedoras y aprendizajes significativos en nuestra vida.
Enfrentar el miedo requiere valentía y autoconocimiento. Es un proceso de aceptar nuestra vulnerabilidad y, al mismo tiempo, confiar en nuestras capacidades para superar obstáculos. Implica aprender a conocernos profundamente. Al hacerlo, transformamos el miedo en una fuerza motivadora que nos impulsa a avanzar y a descubrir nuevas facetas de nosotros mismos que ni siquiera sabíamos que teníamos.
La clave está en encontrar un equilibrio: escuchar al miedo cuando es razonable y desafiarlo cuando nos limita sin causa justificada. Entre otras cosas, esto implica, tener la capacidad de alejar, detener o desaparecer esas voces internas que constantemente nos dicen: “no te arriesgues, no vale la pena, no tiene sentido, no ganarás nada.” Así, podemos convertir el miedo en un aliado que nos guía, en lugar de un enemigo que nos detiene.
Este tema es particularmente interesante porque mi hijo de 7 años está atravesando una etapa de miedo a la oscuridad. Si ya es de noche, le da susto ir solo a su cuarto o a cualquier lugar donde la luz está apagada. Hemos tratado de implementar varias estrategias para ayudarlo con esto, y lo último que hice y me funcionó fue utilizar sus muñecos y videojuegos favoritos. Hay un videojuego que se llama Luigi´s Mansion, en el cual Luigi se encuentra en una mansión llena de fantasmas, debe cazarlos y superar obstáculos para recuperar a sus amigos. Entonces le dije que hiciera lo mismo que hace Luigi, que, aunque tiene mucho miedo, sigue adelante hasta alcanzar su objetivo. Luigi va caminando despacio, con su linterna en la mano, pero no para, sigue adelante. De alguna manera, esto lo animó, y ahora cuando le decimos que vaya a su cuarto y la luz está apagada, va caminando despacio, con miedo, pero lo hace.
De igual manera, me llegó a mí el turno de ser valiente y ser ejemplo para él. Particularmente yo tengo mucho miedo a conducir en carro, pero hace poco, por cuestiones laborales de mi esposo, fue necesario que yo comenzara a hacerlo, para poder recoger a los niños en el colegio. Si pienso que es lo que más me da miedo, debo decir que es causar un accidente o hacerle daño a alguien, ese ha sido siempre mi temor. Entonces elaboré un plan; por dos semanas salí en el carro acompañada de alguien conocedora del tema, recorriendo las rutas principales que debo hacer, luego comencé a ir sola a lugares cercanos y hacer las rutas que ya conocía. Comencé a buscar cualquier excusa, por más pequeña que fuera, para salir en el carro y de esa manera practicar. Sin duda en estos casos, lo más importante es la práctica, porque permite adquirir confianza y experiencia.
Y así, sin darme cuenta, ya llevo más de dos meses, manejando el carro. Y no, no es que ya haya superado el miedo a conducir, porque todavía me da miedo, pero aun así, decido hacerlo.
Ahora yo también soy el Luigi del video juego. Ahora, cada vez que mi hijo tiene susto, yo me pongo como ejemplo y le digo: mira a mamá, que tiene todo el susto el mundo al manejar el carro, pero aun así lo hago, porque quiero lograr mi objetivo de recogerte a ti y a tu hermana en el colegio y no que lo haga un extraño.
En esta situación, y otras que se me presenta, he aprendido y puesto en práctica que la valentía no es la ausencia de miedo, sino la determinación de seguir adelante a pesar de ello.
Ahora, cada vez que me invade el miedo, o veo a mi hijo en esa situación, me digo y le digo: con miedo, pero lo hacemos. Así, lo invito a él a ser valiente y de paso me siento yo la mujer más valiente del mundo.
Ximena Salazar H.
Reflexionar sobre el miedo implica reconocer su dualidad. Por un lado, es protector; es ese salvavidas que nos mantiene a salvo de riesgos innecesarios y nos permite evaluar las consecuencias de nuestras acciones. Por otro lado, el miedo puede ser paralizante; crea una barrera, nos encierra en nuestra zona de confort y nos impide asumir retos que podrían llevarnos a experiencias enriquecedoras y aprendizajes significativos en nuestra vida.
Ximena Salazar H.

